Analista de Conducta Criminal

Lugar de encuentro para entusiastas de la Criminología. Cada martes y viernes una nueva entrega.


La difícil simulación de lo psicológico

Cuando se analiza una escenificación, esa alteración intencionada por parte del delincuente para que la escena del delito parezca otra cosa de lo que es y así desviar la atención de los investigadores, hay un tipo de elementos muy difíciles de simular, los indicios psicológicos.

Pongamos un par de ejemplos de una escena real. Una mujer, a la que llamaremos, Olga, empleada del hogar en un domicilio, pretende hacerse con una importante cantidad de dinero que estará en la casa un par de días y con la que pagarán una señal para una compra.

Aprovechando una mañana que está sola, con la ayuda de su hijo, escenifica que un asaltante, disfrazado de mensajero, la atacó, la amordazó, provocó ciertos daños materiales, amenazó de muerte al dueño de la casa y, finalmente, esgrimiendo un cuchillo, la agredió sexualmente con penetración. Su hijo la dejó atada y amordazada y se llevó el dinero y así se quedó ella hasta que un vecino con llaves logró liberarla, una vez se dio la voz de alarma cuando no pudo ir a por los niños al colegio.

Independientemente de los indicios físicos, os destaco algunos de los indicios psicológicos más llamativos:

Uno. Según sus manifestaciones, el agresor estaba muy alterado emocionalmente, y, aunque iba armado con un martillo, no hubo martillazos, a pesar de que sí provocó ciertos daños, muy controlados, por cierto. La incoherencia entre el estado emocional del agresor, su comportamiento, teniendo en cuenta su aparente motivación dañina, y el arma que portaba, era llamativa.

Dos. Olga, que fue quien provocó los daños, lo hizo de un modo controlado. Quemó objetos, pero ella misma los apagó enseguida, dejó caer ropa de algún cajón, abrió armarios y poco más. El análisis psicológico señalaba la motivación de Olga de no provocar daños severos en la creencia para ella imposible de evitar de que, como empleada, le habría tocado limpiar. Además, daba como suficiente la sustracción del dinero, sin querer provocar más daño. No dejaba de llevar varios años a su servicio. Digamos que un agresor de verdad no habría tenido tantos miramientos con los daños ocasionados.

Tres. Cuando ya liberada de sus ataduras, sintió que llegaba el dueño de la casa, se abalanzó sobre él y abrazándole, exclamó «van a por ti y a por los niños». Parecía Olga incapaz de asumir que había sido víctima de una agresión sexual, pero sí le parecía realmente grave que a su empleador le hubieran amenazado. Psicológicamente, parecía no sentirse más víctima que él, a pesar de la grave agresión que había sufrido.

Cada uno de estos ejemplos, por sí solos, pueden no parecer muy relevantes, pero cuando se conectan con todos los demás indicios, tanto físicos como psicológicos, permiten que la única hipótesis que explica todos ellos es la de la simulación del delito, en tanto que la hipótesis del agresor verdadero deja más indicios sin explicar que explicados.

Olga pensó en cómo debía disponer los elementos físicos: los objetos quemados, la ropa por los suelos, los cajones abiertos, pero no supo crear los indicios psicológicos que, como víctima, o por parte del agresor, habrían debido estar presentes. Sí, se comportaba como una víctima, pero no precisamente como aquella a la que han violado, sino a la que han retenido y poco más. Y olvidó que una persona muy cabreada que quiere provocar daños armada con un martillo… da martillazos.

Lo importante de este asunto es que los indicios físicos deben ser analizados no solo desde el punto de vista técnico, ya sea físico, químico, biológico, etc., sino también desde el psicológico, enfocándonos en la motivación que llevó al criminal a actuar y dejar esos rastros concretos.

Una vez más, la experiencia me demuestra el enorme valor que tienen los detalles y que solo un análisis exhaustivo de las escenas criminales y de la victimología pueden apreciar.

En otra entrada analizaremos los indicios físicos que no supo simular.¿Cómo lo veis?



2 respuestas a “La difícil simulación de lo psicológico”

  1. Avatar de Manuel Acevedo
    Manuel Acevedo

    Siempre es interesante leer sus notas. En un sector relativamente cercano a donde estudiaba en mi época universitaria ocurrió un doble homicidio de un padre y su hijo muertos a puñaladas, el padre tendría unos 70, el hijo unos 44, ambos contaban con una discapacidad que les dificultaba el movilizarse sin apoyo de muletas ortopédicas y día por medio les visitaba una vecina que ejercía como cuidadora, a quien pagaban sus familiares por este servicio. El crimen parecía ser un robo que salió mal, había cajones abiertos y gran desorden, sin embargo, siempre me incomodó y dejó pensando el hecho de que el/los involucrado/s tuviese/n la necesidad de arremeter contra ellos, cuando básicamente ninguno podía valerse de manera independiente, ni mucho menos correr a pedir ayuda ni defenderse de pie. Hasta la fecha sigo creyendo que pudo ser una simulación. Un saludo desde Chile.

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    1. Gracias, Manuel. Hay muchos casos en los que algo nos dice que no sucedieron como parecen. A pesar de ser analista, meticuloso y exhaustivo, siempre he sido y sigo siendo de la opinión de que hay que seguir nuestra intuición. Eso significa que hemos visto algo, aunque no sepamos bien qué. Un saludo.

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juan enrique soto

Policía Nacional de España en Segunda Actividad. Actualmente ejerce como Coordinador Académico del Máster Universitario en Investigación Criminal y como profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Creador de la Sección de Análisis de Conducta y del Método VERA de elaboración de perfiles psicológicos de agresores desconocidos. Miembro del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la Fundación de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Sociedad Internacional de Criminología Aplicada (SICA).

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